Ruedo Preferente

SALVADOR SOBRAL

AUDITORIO MAESTRO PADILLA - 02-11-2024

Salvador Sobral, un corazón renovado

La eterna polémica sobre la conveniencia de incluir propuestas ajenas al estilo en un festival de jazz siempre surge cuando en un evento así aparecen artistas en el cartel que poco tienen que ver, a priori, con esta música. Los muy ortodoxos siempre se rasgarán sus vestiduras. Los más permisivos, entre los que me incluyo, esperamos prudentemente a que el artista muestre sus cartas sobre el escenario. Los ajenos a esta discusión, quizá los más inteligentes, simplemente disfrutan del espectáculo.

Salvador Sobral no se libró de estos comentarios cuando su nombre apareció entre los elegidos para la 32 Edición del Festival Internacional de Jazz de Almería, Almerijazz 2024. De poco o nada sirve que el portugués lleve años mostrando cierta relación con el jazz, a pesar de su querencia por la canción melódica, algo a lo que se le asocia de inmediato debido a su gran pecado: presentarse y, oh que desfachatez, ganar el festival de Eurovisión en su edición de 2017. Tampoco es excusa, para muchos, que obtuviese ese poco prestigioso galardón gracias a una canción bellísima (por contra a lo que viene siendo habitual en ese despropósito de concurso) y que después haya continuado con una carrera seria y digna, alejado de la farándula y ordinariez supina que rodea a todo lo que tiene que ver con ese esperpento donde la música es lo de menos desde hace décadas.

Pero algunos a los que aquel sensible chico nos sorprendió tan agradablemente, seguimos con algo de interés su carrera, y descubrimos que llevaba ya algún tiempo en nuestro país, estudiando en el Taller de Músics de Barcelona, bastante interesado por incorporar a su música influencias del jazz. Aunque, reconozcámoslo, nunca ha sido su prioridad absoluta. El otro sambenito, por si faltase algo, con el que carga el lisboeta es la melancolía, esa tristeza que parece marca de la casa si proviene de nuestros vecinos de la tierra del fado y que, en este caso, se amplificaba por el carácter lánguido de su canción más conocida, además de su drama personal, que le llevó a ser trasplantado de corazón el mismo año en que obtenía tanta popularidad.

Con esas premisas (que fácilmente se transforman en prejuicios) me acerqué al Auditorio Maestro Padilla de la capital almeriense para ver, por primera vez, a Salvador Sobral en directo. Y quizá por esas expectativas no demasiado altas respecto al show que podría ofrecer, mi sensación general cuando todo terminó fue la de haber visto un espectáculo digno, dinámico, serio y, a la vez, enormemente divertido. Tras una solemne intervención del artista antes de pisar el escenario para, como viene siendo habitual estos días, lamentar los sucesos de la región valenciana y mostrar el debido respeto por las víctimas y afectados, Salvador comenzó su espectáculo de la misma forma que su nuevo disco, Timbre (2023), caminando entre el público y entonando en solitario “Amor a capela” y enlazando con la potente “Porque canto”, toda una declaración de intenciones (‘…canto para no hablar / canto para no quedarme callado…le canto a la soledad y la fuerza de la multitud / le canto al amor y a los que no responden también…’)

De inmediato se rompieron algunos esquemas, ya que el joven y espigado joven que saltó a las tablas del Maestro Padilla poco tenía que ver con el recuerdo que dejó en nuestras retinas cuando interpretó ante millones de personas aquella bonita balada compuesta por su hermana Luisa Sobral, una de las compositoras más celebradas de Portugal. El Sobral del otro día se descubría como un auténtico showman desde los primeros instantes de su actuación, en la que casi de inmediato puso a cantar al respetable y no dejó de bromear con los músicos de su banda, destapándose como un notable monologuista que, sin pretender hacerse el gracioso, acababa teniendo gracia.

Como es lógico, una buena parte del show estuvo dedicada a las canciones de su último trabajo del que también sonaron la poética “Al llegar” (su dueto con Jorge Drexler en el disco), la balada algo psicodélica “Traição agradecida”, la emocionante “El regalo que me hiciste”, dedicada al anónimo donante de su corazón trasplantado, o “De la mano de tu voz”, un sincero homenaje a una de sus cantantes de referencia, Silvia Pérez Cruz, ejecutándola en este caso a dúo con su estupenda saxofonista, la catalana Eva Fernández.

Mención especial, por supuesto, para el resto de los músicos de su banda, bien engrasada y al servicio de la voz y las canciones de Salvador. Buena muestra de su complicidad fue la balada “Isso e aquilo”, interpretada a dúo con su pianista, la bielorrusa Katerina L´Dokova, que sorprendió con su bellísima voz y su dominio del idioma portugués. El contrabajista André Rosinha, el guitarrista André Santos y el batería Joel Silva estuvieron a la altura en todas y cada una de sus intervenciones, sin excesivos alardes pero con una fabulosa profesionalidad. El momento intimista llegó cuando todos los músicos abandonaron el escenario, dejando a Salvador frente al piano, comenzando precisamente con un fado de Coimbra, continuando con su tema más conocido, “Amar pe los dois”, recordando al desaparecido pianista de jazz portugués Bernardo Sassetti con “Tristeza dos dois” y terminando este mini recital acústico con una emocionante versión de “A case of you”, de la canadiense Joni Mitchell.

La sorpresa de la noche llegó cuando, ni corto ni perezoso y con la complicidad del contrabajista André Roshinha y la saxofonista y cantante Eva Fernández, tuvo la osadía de acometer nada menos que una versión de “¡Viva Almería!”, la famosa tonadilla que llevó por medio mundo las bondades de la tierra almeriense en la voz del gran Manolo Escobar. No importó demasiado algún que otro patinazo en la letra, suplido con creces con la gracia y simpatía con la que sorprendieron al público, que no salía de su asombro escuchando esa canción en un contexto tan inesperado y en la voz de un Sobral que, a esas alturas, ya se había ganado el cariño de hasta el último espectador.

Como bis, sonó una de las canciones más dinámicas y potentes de su nuevo disco, “Pedra quente”, en la que incluso hubo momentos para el rap, demostrando Salvador que puede pasar del más absoluto intimismo a una desbordada alegría en cuestión de minutos. En definitiva, un concierto en el que la buena música y la exquisita sensibilidad del artista quedó por encima de discusiones sobre estilos concretos. Reconozco, por tanto, que Sobral no sobró.

®Fotos de Contraportada

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