‘Chopin en las pirámides de Mallorca’
Que los músicos estén abiertos a la experimentación y a bucear en estilos musicales que, a priori, no son el suyo no es nada nuevo. De hecho, la evolución de este arte se basa precisamente en esa premisa, el riesgo y la incorporación de influencias diversas. El trio de Pere Bujosa es otro magnífico ejemplo de que la evolución del jazz es tan imparable como infinita, por mucho que se empeñen los puristas, esos especímenes a los que hay que aguantar a diario porque no nos queda otro remedio.
El joven contrabajista mallorquín presentaba su proyecto el pasado 4 de noviembre como segundo concierto de esta 31ª edición del Festival Internacional de Jazz de Almería. Llegaba algo eclipsado por el concierto anterior del guitar-hero local Antonio Gómez y la mediática superstar de la siguiente jornada, María Schenider. Pero nada de eso impidió a Pere dejar constancia en las tablas del Teatro Apolo de la capital almeriense de la calidad de su propuesta, arriesgada y experimental, así como del enorme virtuosismo de sus músicos.
El joven contrabajista proviene de una tradición musical en la que los contactos con el rock y la música electrónica o la clásica le llegaron desde joven. Su periplo vital, primero por EEUU y más tarde por Países Bajos, no hicieron más que acrecentar su ansia de experimentación, dentro de unas bases puramente jazzísticas en cuanto a concepto e instrumentación base. En su música hay influencias de maestros en estas lides como los añorados Esbjorn Svensson Trio, los contundentes The Bad Plus o incluso propuestas más recientes como la del armenio Tigran Hamasyan o el madrileño Moisés P. Sánchez. Así como en décadas pasadas el jazz incorporó los instrumentos eléctricos a su tradición, desde hace algunos años le toca el turno a la electrónica, el groove, los ritmos programados y el resto de influencias que llegan desde la música urbana, sin olvidar las clásicas o el folclore de cualquier parte del mundo.
El concierto comenzó con la roquera y contundente ‘No Shame’, una composición incluida en su trabajo más reciente, ‘Homemade’ (2023) cuya gestación proviene de esa época pandémica que tanto inspiró a la composición a los artistas encerrados en casa por orden gubernativa. De inmediato llegó otro ejemplo de amplitud de miras, con la fantasmagórica versión del ‘Pyramid Song’ de la banda de rock experimental Radiohead. Algo tendrá esta formación para que incluso maestros como Brad Mehldau la integren habitualmente en su repertorio. En este caso las cuerdas del contrabajo rasgado con el arco sustituyeron a la voz de Thom Yorke mientras las teclas más graves del piano de Diego Hervalejo creaban el tétrico ambiente requerido.
Para relajar llegó la más pizpireta ‘Arise’, que daba título a un anterior trabajo del mallorquín, en la que demostró su pericia con el instrumento tanto en solitario como en algunos vertiginosos unísonos junto al piano. Tras el homenaje familiar con el inspirado ‘Blues pel meu pare’, sorprendieron con un viaje al pasado que rememoraba la estancia de Chopin por Valldemossa. Su ‘Preludio nº 20 en Do menor’ fue elegido para, inspirándose en fragmentos de dicha obra, conseguir hacernos viajar a mundos musicales que hubiesen sido del agrado del romántico compositor polaco. A destacar el apasionado solo de Hervalejo y la intervención del batería, Lluís Naval, en la emocionante parte final. Sin abandonar la isla, dedicaron también un espacio a su folclore con la adaptación de ‘So de Pastera’, una canción tradicional que en su día fue interpretada por Los Valldemosa y María del Mar Bonet, y que aquí tuvo momentos bastante cercanos al free jazz. Con ‘Horabaixa post el sol’, una bonita nana también tradicional mallorquina, el contrabajista consiguió incluso la incorporación del respetable en el coro principal de la misma. Se acercaba el final y en ‘Endless Motion’ se incorporó la electrónica, mediante un pequeño sintetizador que había permanecido silencioso hasta ese preciso momento. Los ritmos amalgamados y la contundencia roquera de la batería volvieron a asomar durante un ostinato del piano que daba vía libre a las improvisaciones del contrabajo y el propio sintetizador durante una de las piezas con más energía de todo el concierto. ‘Moneymaker’, un curioso ejercicio de funk y rhythm & blues pasado por el filtro experimental de este trio, se convirtió en un broche digno del vendaval musical que acababa de atravesar el teatro.
La música de Pere, arriesgada, versátil y con un acertado porcentaje de tradición y de aportaciones externas al jazz, hace mirar con optimismo el futuro de un estilo musical que, desde su mismo nacimiento, nunca ha tenido fronteras. Una segunda jornada del festival almeriense que nos deja con ganas de mucho más.