Y es que la norteamericana Schneider (hay que aclarar su origen, con ese apellido) es una de las más prestigiosas compositoras y directoras de big band de las últimas décadas, por lo que conseguir una colaboración de este calibre con la propia autora es una hazaña digna de un espíritu tan soñador como el del pianista almeriense.
Tras conseguir el primer contacto y una brillante primera actuación en septiembre del pasado 2022 (algo polémica por el alto precio de la entrada) en la sala Clasijazz, la colaboración entre la corporación municipal y la propia asociación, han conseguido que este concierto pueda llegar a un público masivo en el marco del XXXI Festival Internacional de Jazz de Almería, y a un precio tan módico que no haga parecer que la cultura con mayúsculas solo está permitida a las élites.
En esta ocasión, además, la banda llegaba con un repertorio ya bien rodado y asegurado tras dos actuaciones previas realizadas en Sevilla y Cádiz, por lo que en todos los músicos de la big band ya se notaba esa cohesión y seguridad tan necesarias en una formación musical de este tipo, donde la conexión entre todos sus componentes y, por ende, con su conductora, resulta básica para conseguir el sonido marca ‘Schneider’
El concierto comenzaba con ‘Choro Dançado’, una deliciosa pieza de inspiración brasileña donde ya se pudo escuchar, como un instrumento más, la voz de Rita Payés al unísono con el acordeón de Philippe Thuriot, habitual colaborador de la compositora e incorporado a la big band para esta gira andaluza.
El saxo de la joven Irene Reig junto al trombón de Miguel Moisés fueron los protagonistas de ‘Journey Home’, una composición extraída del disco ‘Allegresse’ (2000), una pieza en la que su 12/8 coincidía rítmicamente con la bulería, pero sonaba genuinamente norteamericana
El momento más espiritual llegaba de la mano de ‘Sanzenin’, una delicada pieza inspirada en un paseo de la autora por un jardín de Kioto, donde la sensibilidad del acordeón de Thuriot alcanzó sus máximas cotas, fusionándolo incluso con su propio silbido en lo que parecía representar el vuelo de las mariposas desde unas flores a otras. La primera parte del recital acababa con ‘Coming about’, otra de esas piezas tan descriptivas en las que la autora introduce sus propias vivencias, en este caso de proveniente su infancia y el recuerdo de navegar con su padre por los lagos de su Minessota natal. Destacó la bellísima introducción y el inspirado solo de Daoud Salim al piano, lleno de emoción y lirismo, así como como la brillante intervención al tenor del gaditano Pedro Cortejosa.
Tras unos minutos de descanso, el concierto se reanudó con ‘El viento’, una composición nacida después de que María presenciase un concierto de Paco de Lucía en el Lincoln Center. Desde aquel momento, según la compositora, se vio muy inspirada por esta música e intentó introducir algunas armonías que le recordaban al flamenco, muy similares a las que años antes ya había usado su compatriota Chick Corea en su celebrado ‘La Fiesta’. El primer solo estuvo a cargo del guitarrista Jaume Llombart, que intentó salirse de esa posible inspiración flamenca. Sin embargo , el segundo en salir a la palestra, el trombonista Tomeu Garcías y , sobre todo, el trompetista Joan Mar Sauqué, sí que se dejaron llevar por ese aire andaluz o, en algunos casos, un poco tex-mex. El blues menor llamado ‘Gumba Blue’, composición que proviene del debut de María, ‘Evanescence’ (1994) es una de las piezas que más conectaron con los clásicos compositores para este tipo de formación, como el gran Duke Ellington o el rey del swing Count Basie. Aquí destacó la visceral intervención del trompetista Pepelu Rodrigo y una arriesgada, casi free, improvisación del excelente saxofonista Tete Leal.
Uno de los momentos álgidos de la velada llegó con la llegada al escenario del fundador de Clasijazz, de quien la directora dijo, a modo de presentación, que ‘si cada ciudad tuviese alguien como Pablo Mazuecos el mundo sería muy diferente’, alabando sus cualidades y animando a la ciudadanía asistente a valorar en su justa medida el contar con un animador cultural de su talla, un lugar como la asociación Clasijazz y la brillante big band que en ese momento interpretaba sus composiciones. El aludido, visiblemente emocionado, declaraba ser ‘la persona más feliz del universo’ en ese preciso momento para, antes de sentarse al piano declamar el pequeño poema de Ted Kooser que servía como inspiración e introducción a ‘Walking by flashlight’, otra delicada pieza de esas que consiguen casi cortar la respiración de la audiencia y que tuvo la intervención solista de Francisco Blanco ‘Latino’ al barítono. Para el final estaba reservada una especie de suite en al que María retornaba a Brasil para recordar su aventura en ese país volando en ala delta, algo que le resultó tan placentero como estresante. De dicha aventura surgió posteriormente ‘Hang Gliding’, otra de esas composiciones sumamente descriptivas que comenzaba suavemente, como aquel vuelo, con el solo del trompetista Bruno Calvo, para desembocar en momentos mucho más excitantes conforme avanzaba, encarnados en un solo mucho más visceral de Cortejosa.
Sin dejar de citar, por su excelente trabajo toda la noche como sección rítmica impecable al almeriense adoptivo Bori Albero en el contrabajo y al joven batería Andreu Pitarch, así como a otros solistas destacados como el saxofonista Enrique Oliver, el concierto llegó a su fin con otra delicatesen y el único tema de la noche no compuesto por María Schneider. Se trataba de, eso sí, un arreglo suyo sobre un standard del cancionero norteamericano, ‘Over the rainbow’, que contó con la sugerente y original voz de la trombonista Rita Payes como gran protagonista, una joven artista que promete grandes cosas en el mundo del jazz.
María Schneider, en resumen, ofreció con sus composiciones la magia y emotividad esperadas, y nos hizo viajar desde Minessota a Japón, recalando en Brasil o en territorios flamencos, simplemente con el movimiento de sus manos. Una velada de jazz de alta calidad, que estuvo complementada por una bonita jornada matinal en el anfiteatro de la Rambla a cargo del grupo de swing O Sister, y con la colaboración del grupo de baile almeriense ‘Al swing y al cabo’. El jazz en la calle, las salas, los teatros y los grandes auditorios. Una buena demostración de que la cultura musical puede llegar desde cualquier rincón.